🗳🇪🇨 Elecciones en Ecuador: muchas dudas, pocas certezas
✍️ Opinión por:
Mirko Casale Las recientes elecciones presidenciales en el Ecuador son, probablemente, las más polémicas de las últimas décadas en el país andino. Aunque los resultados oficiales indican una amplia ventaja para el candidato oficialista, su rival en las urnas denuncia que los comicios fueron fraudulentos y se niega a reconocer el resultado. Aunque esto no es un hecho extraordinario en el panorama político latinoamericano, en el caso ecuatoriano es bastante menos común. Lo que hace que sea importante prestar especial atención al caso.
Si atendemos a los resultados ofrecidos por el Centro Nacional Electoral (CNE), el presidente Daniel Noboa se impuso con más del 55 % de los votos, contra el 44 % de la opositora Luisa González. Un resultado mucho más amplio de lo que vaticinaban las encuestas, que en su gran mayoría apuntaban a un empate técnico.
La aspirante a la jefatura del Estado, representante del correísmo, venía denunciando irregularidades o suspicacias desde hacía días y en ocasiones, meses: entre ellas, el hecho de que el presidente-candidato hizo campaña mientras ejercía el cargo, sin pedir licencia (algo prohibido por las leyes ecuatorianas) o la imposición del estado de sitio en casi un tercio de las provincias del país (que en conjunto concentran alrededor del 60 % de la población ecuatoriana), decretado justo un día antes de los comicios y con validez de dos meses, lo que implica que las reuniones (entre ellas las protestas o manifestaciones) quedan suspendidas a criterio de las autoridades hasta, por lo menos, mediados de junio.
Pero eso no es todo: en esta segunda y definitiva vuelta electoral presidencial, el CNE prohibió el uso de celulares en los centros electorales, lo que impedía el registro gráfico de posibles irregularidades. La medida no se había tomado en primera ronda ni en otros comicios anteriores. Además, se denunció, de momento en pequeñas cantidades, el cambio de ubicación de centros electorales a última hora y la aparición de actas sin firma, así como la suspensión del voto para los ecuatorianos residentes en Venezuela y las dificultades de observadores internacionales o prensa extranjera para ingresar a la nación andina y acompañar o cubrir los comicios. Las imágenes de militares con los rostros cubiertos subidos a la tarima de las autoridades electorales tampoco contribuyó a ofrecer una imagen de normalidad y ‘tramparencia’, perdón, transparencia democrática, precisamente.
Las imágenes de una mujer en un barrio humilde celebrando la victoria de Noboa mientras abraza una imagen en cartulina del candidato, revolcándose de felicidad en calles inundadas por la ausencia del Estado, ¿son apenas una excepción pintoresca o fiel representación de buena parte de la realidad socio-electoral ecuatoriana?
¿Y qué decir del peso en la elección de la compleja realidad regional, con el reciente regreso del 'trumpismo' a la Casa Blanca, más cuando el candidato-presidente es también orgulloso ciudadano estadounidense?
Como ven, el análisis en este caso, como comentamos al principio, debe ser como no suele abundar en política: sosegado y racional. Y nos encantaría poder aclarar tantas dudas, más que razonables, dudas que nosotros también tenemos, y aclararlas de forma completamente contundente y concluyente. Pero no nos corresponde a nosotros responder a todas estas preguntas, sino al pueblo ecuatoriano. Y el futuro de su país depende, en gran medida, de que encuentre las respuestas correctas.
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